jueves, 31 de julio de 2014

A propósito del cruce epistolar entre el abogado José Luis Taveras y el empresario Juan Vicini

Interesante intercambio producido a través de las redes sociales entre el conocido abogado corporativo, José Luis Taveras, y el señor Juan Vicini, representante del grupo empresarial más grande de la República Dominicana. Todo tuvo como inicio una carta abierta que el primero hiciera a la empresaria Ligia Bonetti, en una especie de respuesta recomendatoria a las desafortunadas declaraciones que la misma hiciera sobre los salarios en la República Dominicana. Ante lo expresado en esta carta, el empresario Juan Vicini respondió a José Luis Taveras en defensa de la señora Bonetti, generándose posteriormente correspondientes réplicas y contrarréplicas. Más allá de las opiniones que he podido observar sobre este breve cruce epistolar, muchas de las cuales se han quedado limitadas a una valoración formal del manejo de la palabra y la estilización de la misma en la defensa de cada posición -así también como a aspectos de estricta índole personal-, me gustaría reflexionar un poco sobre diversos aspectos estructurales de la discusión. 

Quien haya leído al profesor Juan Bosch, especialmente en sus obras sociopolíticas Composición Social Dominicana, Capitalismo Tardío en la República Dominicana y Dictadura con Respaldo Popular, podrá comprobar la ‘’arritmia histórica’’ que ha afectado a nuestro país desde que fuera colonizado por el entonces Reino de Castilla. Podrá comprobar como el desarrollo industrial del territorio que ocupamos, contrario a otras colonias, estuvo desde sus inicios condenado una vez tras a otra al fracaso. El monopolio comercial entre la Metrópoli y la Colonia, limitando el mercado de lo producido por esta última, obligó a trasladar la actividad económica de la pujante, tecnificada y calificada industria azucarera que iniciaba su desarrollo, hacia la rentista, ociosa y poca productiva actividad latifundista de ganadería. Las encomiendas y el otorgamiento de títulos de nobleza a los adeptos de la Corona completaban en parte la organización de una sociedad fundamentada en la apariencia, linaje, estatus y tenencia, por sobre una generadora de las riquezas necesarias para satisfacer las necesidades de los habitantes. Esta forma de organización social llevó incluso a que tuvieran que enviarnos recursos desde México para mantener funcionado la colonia.

No fue hasta la primera intervención norteamericana del año 1916, y posteriormente con la Dictadura de Trujillo, que la República Dominicana se encauzó en un mínimo desarrollo industrial propio de un sistema capitalista de producción. Estos dos momentos, conjuntamente con el ensayo industrial azucarero de la colonia que fuera abortado por las razones ya expuestas, son considerados por Bosch como los tres procesos, aunque intermitentes, de acumulación originaria de capital en la Republica Dominicana. En todos estuvo presente la utilización de la fuerza que caracteriza los procesos de acumulación originaria de capital: en el primero la explotación esclavista, en el segundo la apropiación forzada de grandes extensiones de terreno y en el tercero la puesta en marcha de una maquinaria sangrienta y del mismo Estado al servicio de los intereses económicos de Trujillo. 

Este tardío y precario desarrollo de la relación histórica de producción llamada capitalismo, conllevó, por vía de consecuencia, a un tardío y precario desarrollo de la relación social de ese modo de producción, específicamente en cuanto a la conformación de las clases sociales típicas en el mismo. La ausencia de una clase burguesa en la República Dominicana explica en parte porque el proyecto revolucionario independentista promovido por la pequeña burguesía quedó en manos de los sectores oligárquicos de la sociedad, específicamente en la clase hatera representada por Pedro Santana. No podía producirse una revolución burguesa al estilo francés, precisamente porque se encontraba ausente la clase que se supone debía liderar la misma, y en cambio, el poder social residía en un sector oligárquico.

Este trasfondo histórico incide en la débil conciencia con que se configura una clase burguesa en la República Dominicana. Su conformación tardía, a la par con una sociedad regida históricamente por sectores oligárquicos, conllevó necesariamente a que naciera con una serie de vicios que no fueron propios de otras sociedades capitalistas cuyo desarrollo histórico no fue tan accidentado como el nuestro. El mayor de esos vicios es, sin duda, la ausencia de una conciencia de clase. La ausencia de una concepción propia como clase social caracterizada por unas delimitadas funciones dentro del sistema social capitalista y, por tanto, con la posibilidad de reinventarse para poder mantener el sistema vigente. Es precisamente eso y no otra cosa lo que está en el fondo de la discusión entre Taveras y Vicini. 

Lo dicho por José Luis Taveras va en el sentido de reprochar esta falta de conciencia de clase que afecta al sector empresarial dominicano, el cual en el fondo sigue rigiéndose bajo mecanismos propios de explotación que a la larga pueden desatar una crisis que ponga en jaque su posición dominante en la sociedad. Lo curioso es que, desde un análisis de estratificación social, José Luis Taveras no pertenece a la clase burguesa, más bien forma parte de una capa de la pequeña burguesía profesional y burocrática-privada. José Luis Taveras, sin ser burgués, tiene mucho más claro que los propios ‘’burgueses’’ dominicanos cuales son las condiciones que tienen que cambiar para que todo siga igual en este sistema social. Piensa como deberían pensar los verdaderos burgueses. Tal vez, si los empresarios insaciables de nuestro país pensaran así, pudiéramos tener un desarrollo productivo y social mayor, no obstante mantenerse muchas de las condiciones que son inherentes al sistema social capitalista.

Lo que ha hecho José Luis Taveras no es salir en defensa de la mayoría de dominicanos por las condiciones de miseria de las que adolecen, situación que parece satirizar la señora Bonetti con sus declaraciones. Lo que ha hecho José Luis Taveras es advertir a la clase empresarial que se supone lidera el sistema en el que él cree, cuales serían las consecuencias de que la progresiva precarización de las condiciones materiales de existencia de los dominicanos los haga desenterrar su sed de justicia del subsuelo y despertar del letargo inducido en que se encuentran para tomar lo que les pertenece. Parafraseando a Ford, lo que José Luis Taveras ha dicho a los empresarios es: entreguen algo, antes que tengan que entregarlo todo. Coloca el ejemplo de Venezuela como muestra del supuesto apocalipsis que se podría avecinar, tal y como en época de la guerra fría lo era el ejemplo cubano, dando lugar entonces a lo que se conoció como la teoría de la contención a través de la instauración de programas de reformas y ayuda económica, como por el ejemplo la Alianza para el Progreso. En ese momento se entendió como necesario ‘’ceder’’ algo para detener la ‘’avanzada comunista’’. 

Para evitar la hecatombe se hace entonces necesario solventar lo que Marx llamaba ‘’costos de reproducción de la fuerza de trabajo’’. En contraste con los costos de producción de la fuerza de trabajo, que refieren específicamente a los elementos necesarios para que los trabajadores puedan subsistir y por ende puedan contar los empleadores con su fuerza de trabajo, los costos de reproducción de la fuerza de trabajo se sitúan en el marco de los gastos necesarios en que tiene que incurrir la clase empleadora para evitar el desbordamiento en su contra de la clase en la cual reside la fuerza de trabajo. Son los costos de mantener lo que eufemísticamente los teóricos occidentales de políticas públicas llaman ‘’cohesión social’’. La capacitación, educación e instrucción a fin a los postulados del sistema social vigente es la forma más efectiva para lograr dicho cometido, pero cuando no pueden ser las personas manejadas a través de estos mecanismos se hace necesario ceder algunas cosas para poder mantener el estado de cosas. De esto puede derivarse toda una teoría de las prerrogativas laborales entendidas como concesiones, no así como conquistas propiamente dichas. 

En República Dominicana, ambos costos, tantos los de producción como reproducción de la fuerza de trabajo, no son solventados ni por asomo. Aun así la sociedad sigue corriendo y no se produce una crisis. Sin dudas, el endeudamiento sirve como válvula de escape para satisfacer las necesidades materiales que permiten producir la fuerza de trabajo. En cuanto a la reproducción de la fuerza de Trabajo, la explicación de que no se genere una crisis aun sin solventar los costos de la misma, puede residir en parte, como afirma José Luis Taveras, en el sistema clientelar disgregador de las intenciones de organización y cambio de nuestra sociedad. Pero más que nada reside en el sistema hegemónico que se ha configurado en la República Dominicana y que lleva a las personas a considerar como naturales sus condiciones materiales de existencia y la forma en que se desarrollan las relaciones sociales en nuestro país. La dominación cultural que irradia elementos subyugantes a lo largo y ancho de la mayoría de dominicanos conlleva la identificación de éstos con sus opresores. Esto deriva en una pobre articulación de intereses entre los sectores más explotados de la sociedad dominicana y en una imposibilidad continua de generar mecanismos de organización que puedan ejercer el debido contrapeso en las relaciones sociales. Basta con comprobar que menos del 4% de los trabajadores dominicanos se encuentra sindicalizado. En la República Dominicana hay trabajadores, pero no existe una clase obrera organizada. Así como la conformación de una clase burguesa estuvo matizada por un desarrollo tardío, subsecuentemente lo estuvo el proletariado dominicano. No existe una conciencia de clase obrera. Esto evidentemente da margen de maniobra a las clases empresariales para evitar la crisis a la que hace referencia José Luis Taveras.

Juan Vicini defiende a la señora Bonetti y afirma que la misma trabaja para evitar una ola devastadora principalmente fundamentada en una sobrepoblación laboral. Resulta curioso ver que el señor Vicini coloca dentro de sus argumentos el problema que traería el éxodo masivo de haitianos hacia nuestro país. Especialmente porque el Grupo Empresarial que representa ha sido un beneficiado histórico de esa mano de obra barata, obediente y dócil. 

Lo cierto es que a estos sectores explotadores de la sociedad dominicana les ha venido muy bien la sobrepoblación laboral. Ese ejército industrial de reserva ofrece a los empleadores un mercado de trabajo con una oferta de mano de obra saturada, y por tanto, dispuesta a venderse bajo cualquier condición con el solo fin de tener una mínima estabilidad. La desregularización de las relaciones de trabajo propuesta por los empresarios con el fin de ‘’ampliar’’ el acceso al trabajo formal, no hará más que intensificar esta tendencia caracterizada por una competencia desmedida de los ‘’sobrantes’’ para entregarse al capital al menor costo posible.

Los problemas demográficos, en principio, solo pueden ser explicados en relación a los medios de producción de una determinada sociedad. Existe sobrepoblación en tanto la fuerza de trabajo disponible excede aquella requerida por los medios de producción establecidos, y existe subpoblación en tanto la fuerza de trabajo disponible es menor a la requerida por los medios de producción establecidos. Lo que en parte están proponiendo los empresarios es flexibilizar las relaciones laborales para poder incorporar más personas al empleo formal: una formalización precarizante. Pero le sacan el cuerpo de manera evidente a la cuestión trascendental detrás del problema del trabajo y el desarrollo en la República Dominica: el modelo económico de nuestro país. 

El modelo económico dominicano cada vez más se reclina a la importación, la intermediación y los servicios, en perjuicio del desarrollo productivo nacional, especialmente de carácter industrial, donde la mano de obra calificada es requerida en cantidades considerables. Para el empresariado dominicano resulta mucho más rentable orientar sus capitales a estos sectores de la economía, caracterizados por un importante componente especulativo, escasa necesidad de trabajadores y limitada agregación de valor a la sociedad. Por su parte, las utilidades generadas por la inversión extranjera son repatriadas en su mayoría y la capacidad generadora de empleos de esta última es irrisoria, lo que hace necesario que empecemos evaluar su calidad por sobre su cantidad. Mas es siempre más fácil prefabricar argumentos para cortar la soga por el lado más débil. Se olvidan los representantes del empresariado dominicano que si aprietan mucho la tuerca, aun con las condiciones favorables que les ofrece el país, se puede correr la rosca. Yo ellos tomara en serio las advertencia de alguien que al parecer piensa como un verdadero burgués, aun sin serlo.

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