Uno de los
rasgos principales del pensamiento político moderno es la desintegración de los
planos moral y político que otrora aparecían integrados en las teorías clásicas.
Maquiavelo suele identificarse como el pionero en la demarcación del
pensamiento político moderno respecto de la antigüedad, especialmente por la
distinción que su obra refleja en los planos anteriormente citados.
En la
antigüedad la política era considerada como un medio para alcanzar un fin
moral. Sin embargo, con la modernidad los fines morales procurados a través de
la política, como por ejemplo la virtud o el honor, se dejarían de lado en
procura de otros, especialmente el interés propio (en sentido político). Con la
llegada de la modernidad la libertad cambia completamente de sentido y pasa de
descansar sobre un sujeto virtuoso en unión moral con el cuerpo político, al
sentimiento subjetivo de la seguridad individual.
Esta
particularidad del pensamiento moderno es indispensable para comprender las
razones que justificaron las construcciones teóricas que algunos autores
hicieron sobre el Estado. Ya lo importante no es que la moral pueda expresarse
dentro del ámbito político como forma de la realización humana, sino que, ante
determinados presupuestos metafísicos sobre la naturaleza humana, se hace
necesario que la política garantice paz y estabilidad.
El
presupuesto metafísico sobre la naturaleza humana al que hemos hecho referencia
suele denominarse pesimismo antropológico. Es un presupuesto metafísico
precisamente porque parte de una preconcepción abstracta no demostrable
empíricamente. A lo que el mismo refiere, en palabras breves y sencillas, es de considerar a los seres humanos como
seres que poseen una serie de cualidades negativas por naturaleza, ante las
cuales debe imponerse un poder superior mediador que pueda contenerlas para
evitar la destrucción de unos contra otros.
Dentro de
los pensadores paradigmáticos de la modernidad se encuentra, como ya
expresáramos, Nicolás Maquiavelo. Su principal obra, El Príncipe, se dedica a
ofrecer consejos para garantizar el mantenimiento del Poder y la obediencia de
los súbditos. Algunos pasajes de esta obra demuestran que Maquiavelo sería parte
de esa corriente de pensadores que incurren en un pesimismo antropológico.
Por ejemplo,
al referirse al ámbito militar de una Nación, Maquiavelo sostiene que ningún
principado puede estar seguro cuando no tiene armas que le pertenezcan en
propiedad. En esta afirmación se nota
claramente el predominio de la idea de que una Nación siempre está en peligro
de ser atacada por otra, por lo que debe contar con las condiciones de poder
para garantizar su seguridad.
Por otro
lado, refiriéndose a la situación que se presenta ante dos hombres con
condiciones desiguales de defensa, Maquiavelo sostiene que “la razón y la
experiencia nos enseñan que el hombre que se halla armado no obedece con gusto
al que está desarmado, y que el amo desarmado no se encuentra seguro entre
sirvientes armados.” Este pasaje refleja claramente una idea muy propia del
pesimismo antropológico: la de que los hombres desconfían por naturaleza los
unos de los otros.
En resumen,
Maquiavelo parte de un orden en el cual lo que las personas procuran es el
interés propio, no así la virtud o el honor. Partiendo de dicha idea, realiza
una serie de consejos al Príncipe a fin de que su interés pueda prevalecer
frente a los demás, especialmente tomando en cuenta los intereses que mueven a
las personas a tomar posición o simpatías en determinados sentidos.
Sin embargo,
el Príncipe ignoró la cuestión de la legitimidad del orden, lo cual fue tratado por otros autores de la modernidad. Su obra se limita a las recomendaciones
astutas a un príncipe para alcanzar el poder y mantenerse, pero al no abordar
la cuestión de la legitimidad la debilidad recaía en la imposibilidad de
generar lealtades sostenidas en el tiempo que impidieran la constante
recurrencia a la coerción como forma de generar obediencia. De ahí que a esta
obra se le endilgue el hecho de no trazar una teoría del Estado, siendo la
estrategia desarrollada por Maquiavelo débil para la constitución y
mantenimiento de un orden político.
Hobbes es
otro de los pensadores modernos que puede enmarcarse en el pesimismo
antropológico, quizá el que más. En su principal obra, El Leviatán, analiza
condiciones de las que adolecen los seres humanos en lo que denomina estado de
naturaleza –que sería un estadio previo al estado civil que surge del contrato
social- y en el cual considera que los hombres viven en constante posibilidad
de guerra. Hobbes sostiene que la naturaleza del hombre tiene tres principales
causas de discordia que demuestran su incursión dentro del pesimismo
antropológico: 1) La competencia; 2) La desconfianza; y 3) La gloria.
La primera
de las causas anteriormente citadas impulsaría a los hombres a atacarse para
lograr beneficios, la segunda para lograr seguridad y la tercera para ganar
reputación. Las mismas llevarían a los hombres al estado constante de guerra de
todos contra todos al que ya hemos hecho referencia.
Para superar
este estado de cosas propone un poder común que atemorice a todos y al cual se
llegue mediante la manifestación del arbitrio o voluntad de las personas en un
contrato social a través del cual ceden autoridad para que una entidad superior
les garantice paz. Por la idea de temor común es que Hobbes denomina a esta
entidad como Leviatán, nombre bíblico que representa a un monstruo marino. Este
monstruo sería el Estado moderno.
En Hobbes se
visualizan nítidamente algunas ideas de la modernidad respecto del Estado. En
primer lugar, se concibe a la política como un espacio de conflicto que debe
ser mediado a través de un ente que pueda imponer autoridad. Este ente,
considerado como Estado, se constituye como una asociación artificial, por lo
cual la modernidad no concibe a la comunidad política como algo natural. Se
trata de una constitución que retrospectivamente se visualiza como un contrato
social en el cual las personas ofrecen obediencia a cambio de la protección que
no tendrían en el estado de naturaleza caracterizado por la guerra de los todos
contra todos.
Por lo
anterior, para los modernos la solución teórica al problema de la maldad
intrínseca y natural de los seres humanos sería el establecimiento de un Estado
a través de un acuerdo racional y voluntario y mediante el cual se renuncia a
ciertas libertades para obtener una mayor seguridad.
Otro de los
pensadores donde se pueden encontrar aspectos vinculados al pesimismo
antropológico es Kant. La diferencia con los otros autores tal vez radica en
que Kant dedicó sus energías a buscar una superación de otro estado de
naturaleza distinto al de las personas: el de los Estados en el ordenamiento
internacional.
Respecto al caos
interno, Kant propuso que los Estados debían fundamentarse en una Constitución
civil de carácter republicano. Para el autor, dicha constitución debería reunir
una serie de principios. En primer lugar, la libertad de los miembros de una
sociedad en cuanto hombres. En segundo lugar, la dependencia de todos respecto
de una legislación común en tanto súbditos.
Esta sería la primera condición para a su vez evitar el caos
internacional y garantizar la paz.
Si bien a lo
interno de los Estados existiría ese poder común que puede garantizar la
seguridad de los ciudadanos, tal y como entendía Hobbes, en el ámbito
internacional y de las relaciones entre Estados persiste un estado de
naturaleza con las potenciales amenazas de las que ya hemos hablado. En su obra,
Por la Paz Perpetua, Kant delimitó las condiciones bajo las cuales sería
posible garantizar la paz y la seguridad entre los Estados. De dichas
condiciones las dos principales serían la organización interna de los Estados
en base a una Constitución republicana y la creación de una confederación de
Estados libres mediante el consentimiento de una Constitución internacional
similar a las constituciones internas.
Esta
propuesta de Kant sería posteriormente ejemplificada en la Organización de las
Naciones Unidas que surge como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo, todavía hoy estamos bastante alejados de la idea de confederación de
Estados unidos bajo una Constitución que desarrolló Kant en su obra Por la Paz
Perpetua. Por el contrario, aparentemente estamos asistiendo a un retorno de
los nacionalismos y a un rechazo cada vez más creciente de esa ciudadanía
cosmopolita a la que aspiraba Kant.