domingo, 11 de julio de 2021

Breves comentarios sobre teoría política y el Estado: Maquiavelo, Hobbes y Kant.


Uno de los rasgos principales del pensamiento político moderno es la desintegración de los planos moral y político que otrora aparecían integrados en las teorías clásicas. Maquiavelo suele identificarse como el pionero en la demarcación del pensamiento político moderno respecto de la antigüedad, especialmente por la distinción que su obra refleja en los planos anteriormente citados.

En la antigüedad la política era considerada como un medio para alcanzar un fin moral. Sin embargo, con la modernidad los fines morales procurados a través de la política, como por ejemplo la virtud o el honor, se dejarían de lado en procura de otros, especialmente el interés propio (en sentido político). Con la llegada de la modernidad la libertad cambia completamente de sentido y pasa de descansar sobre un sujeto virtuoso en unión moral con el cuerpo político, al sentimiento subjetivo de la seguridad individual.

Esta particularidad del pensamiento moderno es indispensable para comprender las razones que justificaron las construcciones teóricas que algunos autores hicieron sobre el Estado. Ya lo importante no es que la moral pueda expresarse dentro del ámbito político como forma de la realización humana, sino que, ante determinados presupuestos metafísicos sobre la naturaleza humana, se hace necesario que la política garantice paz y estabilidad.

El presupuesto metafísico sobre la naturaleza humana al que hemos hecho referencia suele denominarse pesimismo antropológico. Es un presupuesto metafísico precisamente porque parte de una preconcepción abstracta no demostrable empíricamente. A lo que el mismo refiere, en palabras breves y sencillas,  es de considerar a los seres humanos como seres que poseen una serie de cualidades negativas por naturaleza, ante las cuales debe imponerse un poder superior mediador que pueda contenerlas para evitar la destrucción de unos contra otros.

Dentro de los pensadores paradigmáticos de la modernidad se encuentra, como ya expresáramos, Nicolás Maquiavelo. Su principal obra, El Príncipe, se dedica a ofrecer consejos para garantizar el mantenimiento del Poder y la obediencia de los súbditos. Algunos pasajes de esta obra demuestran que Maquiavelo sería parte de esa corriente de pensadores que incurren en un pesimismo antropológico.

Por ejemplo, al referirse al ámbito militar de una Nación, Maquiavelo sostiene que ningún principado puede estar seguro cuando no tiene armas que le pertenezcan en propiedad.  En esta afirmación se nota claramente el predominio de la idea de que una Nación siempre está en peligro de ser atacada por otra, por lo que debe contar con las condiciones de poder para garantizar su seguridad.

Por otro lado, refiriéndose a la situación que se presenta ante dos hombres con condiciones desiguales de defensa, Maquiavelo sostiene que “la razón y la experiencia nos enseñan que el hombre que se halla armado no obedece con gusto al que está desarmado, y que el amo desarmado no se encuentra seguro entre sirvientes armados.” Este pasaje refleja claramente una idea muy propia del pesimismo antropológico: la de que los hombres desconfían por naturaleza los unos de los otros.

En resumen, Maquiavelo parte de un orden en el cual lo que las personas procuran es el interés propio, no así la virtud o el honor. Partiendo de dicha idea, realiza una serie de consejos al Príncipe a fin de que su interés pueda prevalecer frente a los demás, especialmente tomando en cuenta los intereses que mueven a las personas a tomar posición o simpatías en determinados sentidos.

Sin embargo, el Príncipe ignoró la cuestión de la legitimidad del orden, lo cual fue tratado por otros autores de la modernidad. Su obra se limita a las recomendaciones astutas a un príncipe para alcanzar el poder y mantenerse, pero al no abordar la cuestión de la legitimidad la debilidad recaía en la imposibilidad de generar lealtades sostenidas en el tiempo que impidieran la constante recurrencia a la coerción como forma de generar obediencia. De ahí que a esta obra se le endilgue el hecho de no trazar una teoría del Estado, siendo la estrategia desarrollada por Maquiavelo débil para la constitución y mantenimiento de un orden político.

Hobbes es otro de los pensadores modernos que puede enmarcarse en el pesimismo antropológico, quizá el que más. En su principal obra, El Leviatán, analiza condiciones de las que adolecen los seres humanos en lo que denomina estado de naturaleza –que sería un estadio previo al estado civil que surge del contrato social- y en el cual considera que los hombres viven en constante posibilidad de guerra. Hobbes sostiene que la naturaleza del hombre tiene tres principales causas de discordia que demuestran su incursión dentro del pesimismo antropológico: 1) La competencia; 2) La desconfianza; y 3) La gloria.

La primera de las causas anteriormente citadas impulsaría a los hombres a atacarse para lograr beneficios, la segunda para lograr seguridad y la tercera para ganar reputación. Las mismas llevarían a los hombres al estado constante de guerra de todos contra todos al que ya hemos hecho referencia.

Para superar este estado de cosas propone un poder común que atemorice a todos y al cual se llegue mediante la manifestación del arbitrio o voluntad de las personas en un contrato social a través del cual ceden autoridad para que una entidad superior les garantice paz. Por la idea de temor común es que Hobbes denomina a esta entidad como Leviatán, nombre bíblico que representa a un monstruo marino. Este monstruo sería el Estado moderno.

En Hobbes se visualizan nítidamente algunas ideas de la modernidad respecto del Estado. En primer lugar, se concibe a la política como un espacio de conflicto que debe ser mediado a través de un ente que pueda imponer autoridad. Este ente, considerado como Estado, se constituye como una asociación artificial, por lo cual la modernidad no concibe a la comunidad política como algo natural. Se trata de una constitución que retrospectivamente se visualiza como un contrato social en el cual las personas ofrecen obediencia a cambio de la protección que no tendrían en el estado de naturaleza caracterizado por la guerra de los todos contra todos.

Por lo anterior, para los modernos la solución teórica al problema de la maldad intrínseca y natural de los seres humanos sería el establecimiento de un Estado a través de un acuerdo racional y voluntario y mediante el cual se renuncia a ciertas libertades para obtener una mayor seguridad.

Otro de los pensadores donde se pueden encontrar aspectos vinculados al pesimismo antropológico es Kant. La diferencia con los otros autores tal vez radica en que Kant dedicó sus energías a buscar una superación de otro estado de naturaleza distinto al de las personas: el de los Estados en el ordenamiento internacional.

Respecto al caos interno, Kant propuso que los Estados debían fundamentarse en una Constitución civil de carácter republicano. Para el autor, dicha constitución debería reunir una serie de principios. En primer lugar, la libertad de los miembros de una sociedad en cuanto hombres. En segundo lugar, la dependencia de todos respecto de una legislación común en tanto súbditos.  Esta sería la primera condición para a su vez evitar el caos internacional y garantizar la paz.

Si bien a lo interno de los Estados existiría ese poder común que puede garantizar la seguridad de los ciudadanos, tal y como entendía Hobbes, en el ámbito internacional y de las relaciones entre Estados persiste un estado de naturaleza con las potenciales amenazas de las que ya hemos hablado. En su obra, Por la Paz Perpetua, Kant delimitó las condiciones bajo las cuales sería posible garantizar la paz y la seguridad entre los Estados. De dichas condiciones las dos principales serían la organización interna de los Estados en base a una Constitución republicana y la creación de una confederación de Estados libres mediante el consentimiento de una Constitución internacional similar a las constituciones internas. 

Esta propuesta de Kant sería posteriormente ejemplificada en la Organización de las Naciones Unidas que surge como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, todavía hoy estamos bastante alejados de la idea de confederación de Estados unidos bajo una Constitución que desarrolló Kant en su obra Por la Paz Perpetua. Por el contrario, aparentemente estamos asistiendo a un retorno de los nacionalismos y a un rechazo cada vez más creciente de esa ciudadanía cosmopolita a la que aspiraba Kant.

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