viernes, 31 de julio de 2020

Comentarios sobre “¿Qué es el hombre?” de Antonio Gramsci

Tuve referencia de Antonio Gramsci a partir de conversaciones e intercambios sobre ideas marxistas con algunos amigos. Me causó mucha atracción las explicaciones que dichos amigos me dieron sobre conceptos gramscianos como hegemonía, dominación, crisis orgánica, filosofía de la praxis, guerra de movimientos y de posiciones, entre otros.  Entonces decidí empezar a leer sobre este marxista italiano e inicié con un pequeño libro bastante didáctico: Gramsci para principiantes (Puede encontrarse en PDF en la WEB). El autor de este libro es el argentino Néstor Kohan, a quien había ya visto en varios  videos de youtube conversando sobre marxismo.

En el libro citado aprendí un poco sobre la vida de Gramsci. Su origen sureño (de Italia), sus problemas de salud, su traslado al norte a fines de estudio, su afición por los libros y los cigarrillos, su participación en espacios de difusión escribiendo artículos políticos de coyuntura, su paso por la cárcel (donde escribió el texto que voy a comentar) y su posterior interés por escribir cosas más trascendentes, por dejar ideas para toda la vida, como de hecho pasó. Me adentré de manera más profunda en el contenido de sus ideas a través de otros textos de Néstor Kohan y, además, del politólogo Atilio Borón. Sin embargo, sabemos que no es lo mismo leer sobre un autor y sus ideas que leer directamente las ideas del autor, así que decidí adquirir un libro con una Antología de sus textos con selección, traducción y notas de Manuel de Sacristán (Editorial Akal 2013).

En esta antología se incluye un escrito de Antonio Gramsci llamado “¿Qué es el hombre?”. El mismo se encuentra dentro de los textos de los cuadernos de la cárcel posteriores a 1931, de conformidad con la forma en  que el libro organiza y selecciona la antología. A seguidas comento algunas de las impresiones que me generó este interesantísimo texto:

En primer lugar, creo que queda bastante claro que la referencia a “hombre” en el título del escrito tiene una sentido antropológico, no de género. Por “hombre” el autor se refiere a la especie humana, no al humano de genitales masculinos. Realizada esta aclaración, vale la pena citar las primeras líneas del texto:

“¿Qué es el hombre? Esta es la pregunta primera y principal de la filosofía”

Esta primera línea ya avisa cuál va a ser el contenido del texto. Gramsci reflexiona sobre la naturaleza del ser humano, cuestión que para él es la pregunta primera y principal de la filosofía. Voy a prescindir de algunas consideraciones previas contenidas en el texto para pasar a la idea central que Gramsci sostiene para reflexionar sobre la  interrogante con que inicia sus palabras.

Según Gramsci, “todas las filosofías que han existido hasta ahora reproducen, según puede decirse, esta posición del catolicismo –hace referencia a consideraciones previas contenidas en el texto-[1] , es decir, conciben al hombre como individuo limitado a su individualidad, y el espíritu como esa individualidad.” Gramsci hace una crítica de aquellas concepciones del hombre que consideran a éste como una especie de ente aislado en su individualidad y del medio en el cual desarrolla su existencia. En respuesta sostiene que hay que reformar el concepto de hombre, “hay que concebir al hombre como una serie de relaciones activas (un proceso) en la cual, aunque la individualidad tiene la máxima importancia, no es el único elemento de consideración necesaria.”

A partir de esta afirmación puede uno concluir en que para Gramsci el ser humano es, sobre todo, una relación. Esta concepción del ser humano me parece sumamente correcta y, principalmente, permite una mayor compresión de la forma en que funcionan las sociedades. Por ejemplo: Yo no simplemente soy un ente con forma física y con ciertas características biológicas. Yo soy Jaime Rodríguez, nombre que me dieron mis padres, quienes nacieron en la República Dominicana, país con determinadas condiciones sociales y que se ubica en un territorio que anteriormente fue dominio español, de lo cual heredamos un instrumento tan fundamental para el desarrollo de la vida como es la lengua  -cuestión totalmente heterónoma y que, por ende, no depende de la autonomía individual-. Es decir, en verdad soy un complejo de relaciones actuales y anteriores a mí que configuran mi propia subjetividad.

Para Gramsci la humanidad que se refleja en cada individualidad está compuesta por varios elementos: 1) el individuo; 2) los demás hombres; 3) la naturaleza. Pero expresa el autor que estos dos últimos elementos no pueden interpretarse de manera simple.

El individuo entra en relación con otros individuos no por yuxtaposición, sino orgánicamente, en tanto forma parte de organismos. Es decir, la relación entre los seres humanos no se produce como consecuencia de un agregado o sumatoria de las individualidades, sino como consecuencia de algo que supera dichas individuales y que viene determinado por la inclusión de las mismas en unos organismos. De manera más sencilla: el todo no es explicable por la simple suma de las partes (Sinergia).

Además, Gramsci afirma que tampoco entra el hombre en relación con la naturaleza de modo simple, puesto que él mismo es naturaleza. El hombre entra en relación con la naturaleza de manera activa, por medio del trabajo y la técnica.

Por último, Gramsci agrega que estas relaciones entre los hombres entre sí y entre los hombres con la naturaleza no son mecánicas. En cambio, son activas y conscientes, o sea, “corresponden a un grado mayor o menor de inteligencia o comprensión que tiene de ellas el individuo.”

De estos argumentos Gramsci llega a la principal conclusión de su texto, una que refleja claramente la profundidad y, sobre todo, relevancia de su crítica: “Por eso se puede decir que cada cual se cambia a sí mismo, se modifica, en la medida en que cambia y modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es el centro de anudamiento. En este sentido el filósofo real es y no puede no ser sino el político, esto es, el hombre activo que modifica el ambiente, entendiendo por ambiente el conjunto de relaciones en las que interviene  cada individuo.”

La cita anterior es una clara expresión de la filosofía de la praxis. Si hemos afirmado que 1) el hombre es una relación; 2) que dicha relación refiere a su vez a un conjunto de relaciones que la condicionan y que son tanto actuales como anteriores al propio hombre (relaciones históricas); 3) pero que también el hombre activo –es decir a través de la acción- puede modificar ese conjunto de relaciones que lo condicionan; 4) La conclusión es que, definitivamente y tal y como expresa Gramsci, el filósofo real es  y no puede no ser el político.

La respuesta a qué es el hombre está en este conjunto de relaciones que lo constituyen, pero la respuesta a la pregunta mucho más importante de qué puede ser el hombre, está en la toma de conciencia de ese conjunto de relaciones y en su capacidad activa para modificar las mismas. Para Gramsci lo que importa realmente no es cada hombre individual, lo que a su vez refiere a cada hombre individual en cada momento singular. La pregunta de ¿qué es el hombre? lo que verdaderamente pretende es indagar qué puede llegar a ser hombre. El hombre es un proceso dirá Gramsci, el proceso de sus actos.  Si la individualidad propia es el conjunto de estas relaciones al que he hecho referencia, “hacerse una personalidad significa entonces adquirir consciencia de tales relaciones, y modificarse la personalidad significa modificar el conjunto de esas relaciones.”

Una aclaración necesaria respecto de los últimos párrafos. Cuando Gramsci sostiene que el hombre se cambia a sí mismo en la medida que cambia y modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es el centro de anudamiento, evidentemente no se refiere a un hombre –una unidad-, sino al hombre como sujeto político. Este sentido queda claro cuando Gramsci expresa más adelante lo siguiente: “Se dirá que lo que cada individuo puede cambiar es muy poco, por razón de sus fuerzas. Eso es verdad hasta cierto punto. Como el individuo puede asociarse con todos los que quieren el mismo cambio, si ese cambio es racional el individuo puede multiplicarse por un número imponente de veces y obtener un cambio mucho más radical de lo que a primera vista puede parecer el máximo posible.”

Este genial texto de Gramsci explica bastante bien lo que para mí es una de las leyes que rige la humanidad: la relación entre objeto-sujeto y sujeto-objeto.

Los seres humanos, en tanto sujetos, estamos condicionados y configurados en nuestra propia subjetividad por un determinado objeto. Este objeto podría ser considerado como el complejo de relaciones de las que trata Gramsci. De lo que hablamos es de puro materialismo en sentido filosófico. A veces se piensa el materialismo desde un alcance limitado del concepto de materia –lo tangible, lo físico-, pero en la forma en que aquí está reflejado refiere a relaciones humanas e históricas. Esta es una equivocación que creo recurrente en quienes desde el marxismo caen en el determinismo económico –iniciando por Engels en el panegírico a Marx-.

Pero por otro lado, los seres humanos no están condenados a agotar su existencia condicionados por un determinado objeto, es decir, por un determinado complejo de relaciones. Todo lo contrario, el propio objeto se ha hecho objeto como consecuencia de la acción del sujeto, es decir, las propias relaciones que condicionan a los hombres han sido construidas por los mismos hombres. Mejor dejo hablar a Marx, quien en sus 11 tesis sobre Feuerbach, texto en el cual criticaba el materialismo contemplativo de este último, afirmaba lo siguiente: “La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.”

La síntesis de esta relación entre objeto-sujeto y sujeto-objeto conlleva a pensar la realidad desde un sentido historicista: Las relaciones que condicionan la subjetividad de los hombres no son naturales, por más que su eficacia resida en esa pretensión; esas relaciones son históricas, lo que es igual a decir que pueden ser transformadas y esa transformación solo puede ser consecuencia de la acción del sujeto, que no es más que la acción política,

En 11 tesis sobre Feuerbach Marx criticó el sentido contemplativo en que el filósofo alemán a quien fueron dedicadas las tesis entendiera el materialismo. Sentido contemplativo en tanto el mundo material, el complejo de las relaciones, era, si se quiere, entendido al margen de la acción activa de los sujetos. Para Marx las cosas, la realidad, la sensoriedad, no puede concebirse simplemente como forma de objeto o contemplación, sino también como actividad sensorial humana, como práctica. Es este otro ejemplo claro de  a qué refiere la filosofía de la praxis, coronado con la lapidaria frase contenida en la onceava de las tesis: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Quien acuse al marxismo de incurrir en un determinismo histórico por entender de éste que las fases de evolución y transformación de las sociedades se producirán de manera lógica, lineal, inexorable y al margen de la acción humana concreta, sencillamente, desde mi humilde opinión, no entendió  a Marx.


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