Tuve referencia de Antonio
Gramsci a partir de conversaciones e intercambios sobre ideas marxistas con
algunos amigos. Me causó mucha atracción las explicaciones que dichos amigos me
dieron sobre conceptos gramscianos como hegemonía, dominación, crisis orgánica,
filosofía de la praxis, guerra de movimientos y de posiciones, entre
otros. Entonces decidí empezar a leer sobre este marxista italiano e
inicié con un pequeño libro bastante didáctico: Gramsci para principiantes
(Puede encontrarse en PDF en la WEB). El autor de este libro es el argentino
Néstor Kohan, a quien había ya visto en varios videos de youtube
conversando sobre marxismo.
En el libro citado aprendí un poco sobre la vida de
Gramsci. Su origen sureño (de Italia), sus problemas de salud, su traslado al
norte a fines de estudio, su afición por los libros y los cigarrillos, su
participación en espacios de difusión escribiendo artículos políticos de
coyuntura, su paso por la cárcel (donde escribió el texto que voy a comentar) y
su posterior interés por escribir cosas más trascendentes, por dejar ideas para
toda la vida, como de hecho pasó. Me adentré de manera más profunda en el contenido
de sus ideas a través de otros textos de Néstor Kohan y, además, del politólogo
Atilio Borón. Sin embargo, sabemos que no es lo mismo leer sobre un autor y sus
ideas que leer directamente las ideas del autor, así que decidí adquirir un
libro con una Antología de sus textos con selección, traducción y notas de
Manuel de Sacristán (Editorial Akal 2013).
En esta antología se incluye un escrito de Antonio
Gramsci llamado “¿Qué es el hombre?”. El mismo se encuentra dentro de los
textos de los cuadernos de la cárcel posteriores a 1931, de conformidad con la
forma en que el libro organiza y selecciona la antología. A seguidas
comento algunas de las impresiones que me generó este interesantísimo texto:
En primer lugar, creo que queda bastante claro que la referencia
a “hombre” en el título del escrito tiene una sentido antropológico, no de
género. Por “hombre” el autor se refiere a la especie humana, no al humano de
genitales masculinos. Realizada esta aclaración, vale la pena citar las
primeras líneas del texto:
“¿Qué
es el hombre? Esta es la pregunta primera y principal de la filosofía”
Esta primera línea ya avisa cuál va a ser el contenido
del texto. Gramsci reflexiona sobre la naturaleza del ser humano, cuestión que
para él es la pregunta primera y principal de la filosofía. Voy a prescindir de
algunas consideraciones previas contenidas en el texto para pasar a la idea
central que Gramsci sostiene para reflexionar sobre la interrogante con
que inicia sus palabras.
Según Gramsci, “todas las filosofías que han existido hasta
ahora reproducen, según puede decirse, esta posición del catolicismo –hace
referencia a consideraciones previas contenidas en el texto-[1] , es decir,
conciben al hombre como individuo limitado a su individualidad, y el espíritu
como esa individualidad.” Gramsci hace una crítica de aquellas
concepciones del hombre que consideran a éste como una especie de ente aislado
en su individualidad y del medio en el cual desarrolla su existencia. En
respuesta sostiene que hay que reformar el concepto de hombre, “hay que
concebir al hombre como una serie de relaciones activas (un proceso) en la
cual, aunque la individualidad tiene la máxima importancia, no es el único
elemento de consideración necesaria.”
A partir de esta afirmación puede uno concluir en que
para Gramsci el ser humano es, sobre todo, una relación. Esta concepción del
ser humano me parece sumamente correcta y, principalmente, permite una mayor
compresión de la forma en que funcionan las sociedades. Por ejemplo: Yo no
simplemente soy un ente con forma física y con ciertas características
biológicas. Yo soy Jaime Rodríguez, nombre que me dieron mis padres, quienes
nacieron en la República Dominicana, país con determinadas condiciones sociales
y que se ubica en un territorio que anteriormente fue dominio español, de lo
cual heredamos un instrumento tan fundamental para el desarrollo de la vida
como es la lengua -cuestión totalmente heterónoma y que, por ende, no
depende de la autonomía individual-. Es decir, en verdad soy un complejo de
relaciones actuales y anteriores a mí que configuran mi propia subjetividad.
Para Gramsci la humanidad que se refleja en cada
individualidad está compuesta por varios elementos: 1) el individuo; 2) los
demás hombres; 3) la naturaleza. Pero expresa el autor que estos dos últimos
elementos no pueden interpretarse de manera simple.
El individuo entra en relación con otros individuos no
por yuxtaposición, sino orgánicamente, en tanto forma parte de organismos. Es
decir, la relación entre los seres humanos no se produce como consecuencia de
un agregado o sumatoria de las individualidades, sino como consecuencia de algo
que supera dichas individuales y que viene determinado por la inclusión de las
mismas en unos organismos. De manera más sencilla: el todo no es explicable por
la simple suma de las partes (Sinergia).
Además, Gramsci afirma que tampoco entra el hombre en
relación con la naturaleza de modo simple, puesto que él mismo es naturaleza.
El hombre entra en relación con la naturaleza de manera activa, por medio del
trabajo y la técnica.
Por último, Gramsci agrega que estas relaciones entre los
hombres entre sí y entre los hombres con la naturaleza no son mecánicas. En
cambio, son activas y conscientes, o sea, “corresponden a un grado mayor o menor de
inteligencia o comprensión que tiene de ellas el individuo.”
De estos argumentos Gramsci llega a la principal
conclusión de su texto, una que refleja claramente la profundidad y, sobre
todo, relevancia de su crítica: “Por eso se puede decir que cada cual se
cambia a sí mismo, se modifica, en la medida
en que cambia y modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es el
centro de anudamiento. En este
sentido el filósofo
real es y no puede no ser sino el político, esto es, el hombre activo que modifica el
ambiente, entendiendo por ambiente el conjunto de relaciones en las que
interviene cada individuo.”
La cita anterior es una clara expresión de la filosofía
de la praxis. Si hemos afirmado que 1) el hombre es una relación; 2) que dicha
relación refiere a su vez a un conjunto de relaciones que la condicionan y que
son tanto actuales como anteriores al propio hombre (relaciones históricas); 3)
pero que también el hombre activo –es decir a través de la acción- puede
modificar ese conjunto de relaciones que lo condicionan; 4) La conclusión es
que, definitivamente y tal y como expresa Gramsci, el filósofo real es y no puede no ser
el político.
La respuesta a qué es el hombre está en este conjunto de
relaciones que lo constituyen, pero la
respuesta a la pregunta mucho más importante de qué puede ser el hombre,
está en la toma de conciencia de ese conjunto de relaciones y en su capacidad
activa para modificar las mismas. Para Gramsci lo que importa realmente no es
cada hombre individual, lo que a su vez refiere a cada hombre individual en
cada momento singular. La pregunta de ¿qué es el hombre? lo que
verdaderamente pretende es indagar qué puede llegar a ser hombre. El hombre es
un proceso dirá Gramsci, el proceso de sus actos. Si la individualidad
propia es el conjunto de estas relaciones al que he hecho referencia, “hacerse una
personalidad significa entonces adquirir consciencia de tales relaciones, y
modificarse la personalidad significa modificar el conjunto de esas
relaciones.”
Una aclaración necesaria respecto de los últimos
párrafos. Cuando Gramsci sostiene que el hombre se cambia a sí mismo en la
medida que cambia y modifica todo el complejo de relaciones de las cuales él es
el centro de anudamiento, evidentemente no se refiere a un hombre –una unidad-,
sino al hombre como sujeto político. Este sentido queda claro cuando Gramsci
expresa más adelante lo siguiente: “Se dirá que lo que cada individuo puede
cambiar es muy poco, por razón de sus fuerzas. Eso es verdad hasta cierto
punto. Como el individuo puede asociarse con todos los que quieren el mismo
cambio, si ese cambio es racional el individuo
puede multiplicarse por un número imponente de veces y obtener un cambio mucho
más radical de lo que a primera vista puede parecer el máximo posible.”
Este genial texto de Gramsci explica bastante bien lo que
para mí es una de las leyes que rige la humanidad: la relación entre
objeto-sujeto y sujeto-objeto.
Los seres humanos, en tanto sujetos, estamos
condicionados y configurados en nuestra propia subjetividad por un determinado
objeto. Este objeto podría ser considerado como el complejo de relaciones de
las que trata Gramsci. De lo que hablamos es de puro materialismo en sentido
filosófico. A veces se piensa el materialismo desde un alcance limitado del
concepto de materia –lo tangible, lo físico-, pero en la forma en que aquí está
reflejado refiere a relaciones humanas e históricas. Esta es una equivocación
que creo recurrente en quienes desde el marxismo caen en el determinismo
económico –iniciando por Engels en el panegírico a Marx-.
Pero por otro lado, los seres humanos no están condenados
a agotar su existencia condicionados por un determinado objeto, es decir, por
un determinado complejo de relaciones. Todo lo contrario, el propio objeto se
ha hecho objeto como consecuencia de la acción del sujeto, es decir, las
propias relaciones que condicionan a los hombres han sido construidas por los
mismos hombres. Mejor dejo hablar a Marx, quien en sus 11 tesis sobre
Feuerbach, texto en el cual criticaba el materialismo contemplativo de este
último, afirmaba lo siguiente: “La teoría materialista de que los hombres son
producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los
hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación
modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien
las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado.”
La síntesis de esta relación entre objeto-sujeto y
sujeto-objeto conlleva a pensar la realidad desde un sentido historicista: Las
relaciones que condicionan la subjetividad de los hombres no son naturales, por
más que su eficacia resida en esa pretensión; esas relaciones son históricas,
lo que es igual a decir que pueden ser transformadas y esa transformación solo
puede ser consecuencia de la acción del sujeto, que no es más que la acción
política,
En 11 tesis sobre Feuerbach Marx criticó el sentido
contemplativo en que el filósofo alemán a quien fueron dedicadas las tesis
entendiera el materialismo. Sentido contemplativo en tanto el mundo material,
el complejo de las relaciones, era, si se quiere, entendido al margen de la
acción activa de los sujetos. Para Marx las cosas, la realidad, la sensoriedad,
no puede concebirse simplemente como forma de objeto o contemplación, sino
también como actividad sensorial humana, como práctica. Es este otro ejemplo
claro de a qué refiere la filosofía de la praxis, coronado con la lapidaria
frase contenida en la onceava de las tesis: “Los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo.”
Quien acuse al marxismo de incurrir en un determinismo
histórico por entender de éste que las fases de evolución y transformación de
las sociedades se producirán de manera lógica, lineal, inexorable y al margen
de la acción humana concreta, sencillamente, desde mi humilde opinión, no
entendió a Marx.
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