Lo que en principio debía ser
un simple comentario en un post de Facebook de mi gran amigo Erick Stern, se convirtió
en un artículo. Aquí el link de su artículo que replico con el presente: http://gentedeotrosiglo.blogspot.com/2014/11/el-fenomeno-leonel-titulo-llamativo.html
Algunos comentarios al artículo:
Erick, entiendo tu
artículo y tu posición, pero debo decirte que creo que pocas cosas son tan
políticas como tu crítica a la política, o más bien, siendo concreto, a su
degradación. Considero que has extrapolado una crítica in concreto de la política dominicana a la concepción abstracta de
la política como ciencia social. Luego del parafraseo satírico que has hecho de
la frase de Duarte me veo conminado, como defensor de la política, a citar la
frase tal cual él la expresó y otros, como Juan Bosch, replicaron en distintas
ocasiones: ‘’La política no es una
especulación; es la ciencia más pura y
las más digna después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias
nobles’’.
Concibo el objeto de lo
que llamas ‘’indigna sustancia’’ de dos maneras: 1) el estudio y práctica del
poder y 2) la gestión de la cosa común, de la cosa pública. Desde ambas
concepciones veo el objeto de la política como algo mucho más extenso a la
postura formalista e institucional que he interpretado de tu artículo. La
política es verdaderamente una cuestión totalizante. Está en el más mínimo acto
que puedas imaginar, en lo cotidiano, en lo simple y sencillo, precisamente
porque toda la vida social –que es la única vida que existe- está atravesada
por relaciones de poder y por la noción de qué es lo común y cómo debe
gestionarse. Las relaciones familiares caracterizadas por la hegemonía
patriarcal revelan una relación de poder que tiene explicaciones históricas, y
en tanto relación de poder es asimismo una relación política, por vía de consecuencia
toda acción tendente a trastocar dicha relación es a su vez una acción
política. Fíjate bien en lo que digo: entender que no por ser mujer debe la
esposa fregar y hacer los quehaceres domésticos mientras que el esposo se
dedica a laborales ‘’verdaderamente productivas’’, ya es en sí una concepción
política que puede parir una consecuente acción tendente a modificar la
relación de poder. Esto puede extrapolarse a las relaciones laborales, a las
relaciones de amistad, a las relaciones dentro de la comunidad, en fin, a todo
tipo de relación humana. El humano, en tanto ente social, es más relación que
individuo –que quiere decir lo que no se puede dividir-, es inescindible del
medio social en que se desarrolla, ese que constantemente lo atraviesa mediante
su inclusión en relaciones de poder.
Según lo que has escrito
tu concepción de la política se limita al ‘’estudio
de las formas de obtener y conservar el poder, o en nuestro caso, el control de
las instituciones que manejan el poder público, especialmente el poder de
exigir contribuciones’’. Creo que cometes el típico error que por años se
ha difuminado y que consiste en entender el poder como una cosa y no como una
relación, y dentro de la concepción de entender al poder como una cosa,
entender por esa cosa a una dimensión formal-institucional del poder que hoy
llamamos Estado. Entender al poder como una cosa es asimilarlo a un fin, no a
un medio, y una vez ese fin se cosifica en el aparato burocrático del Estado
–Gobierno-, todo objetivo de la política se reduce a hacerse con el manejo de
la dimensión formal-institucional del poder que representan las estructuras que
lo componen. Esto tiene un nombre estimado Erick, no es más que burdo
electoralismo, y es tal vez la politiquería que en oposición a la Política
consideras trivial para los fines de tu mensaje.
Toda esa concepción ensimismita del manejo del aparato
burocrático del Estado y la reducción de la política a la misma es,
efectivamente, una degradación de esta última. Es así como dimensiones tan sustanciales
de esta ciencia social, como es la filosofía política, a través de la cual la
humanidad reflexiona sobre la forma correcta de organizar la vida, sobre el
buen vivir, sobre su relación con la naturaleza y consigo misma, sobre lo
común, es obviada por el marketing político, por la comunicación política, por
las estrategias electorales, y por todas aquellas ramas ‘’técnicas’’ que la
‘’profesionalización de la política’’ hoy imponen. Cuando expresas que ‘’El grado de exposición a la política es
inversamente proporcional a la capacidad de pensamiento expansivo de una
persona”, yo te pregunto ¿De exposición a qué política?
No creas que con lo que he
dicho resto importancia a la necesidad de alcanzar el aparato burocrático del
Estado como un medio para realizar las transformaciones pertinentes que amerita
la sociedad. Las relaciones de poder institucionales son sumamente necesarias
para desarrollar cambios en sí mismas y en otras relaciones de poder que se
expresan de otras formas, por lo menos mientras se mantenga en términos
materiales la noción actual de Estado. No se puede ser ingenuo, el Estado como
medio, no así como fin, es necesario bajo los parámetros actuales de
organización de la sociedad. Lo que no puedo aceptar es una crítica tan
avasalladora de la política, partiendo esta de la premisa de que la
‘’conquista’’ del ‘’poder’’ del Estado es la política.
Paso ahora a analizar cada
una de las lecciones que nos has dejado. Comparto muchos aspectos de las
mismas, pero en esencia discrepo frente al papel en que pretendes debe
relegarse la política.
‘’Primera lección:
Gobernar no es asunto de magia, sino de método, pero los dominicanos estamos
muy cómodos con la magia.’’
De esta primera lección
infiero que opones una visión más técnica de los asuntos públicos, en contraste
a una realidad que se fundamenta más en el discurso, la aceptación popular o la
demagogia. Debo decirte que comparto completamente tu posición respecto a la
ausencia de un debate serio respecto a los temas fundamentales de la sociedad
dominicana, uno basado en los conocimientos que la técnica y la ciencia pueden
aportar, y del cual lamentablemente nuestro país carece. Hemos sido
acostumbrados a festinar los problemas centrales de nuestro país y a tratarlos
de manera sumamente superficial, muchas veces movidos por prejuicios históricos
e ideas inoculadas en base a pseudoargumentos infantiles. El conflicto entre
los ‘’ultranacionalistas’’ con los dominicanos hijos de ascendentes haitianos es
un claro ejemplo de esto.
Sin embargo debo advertir
serio cuidado en la concepción tecnocrática que para la resolución de estos
problemas revelas. Si bien es cierto que existen deficiencias técnicas en el
abordaje y diagnóstico del problema de la corrupción, de la educación, de la
salud, de la criminalidad, de la frontera, etc., no menos cierto es que la
solución a dichos problemas, si bien debe auxiliarse de la técnica, debe ser
eminentemente política ¿Por qué? Porque más allá de las informaciones preciadas
que puedan arrojar los trabajos técnicos y especializados en cada uno de estos
problemas, en el fondo, en lo estructural de los mismos, hay una cuestión que
tiene ver directamente con dos de los objetos de la política que he expresado:
el poder y el manejo de lo común.
¿Cómo plantearse el
problema de la corrupción sin analizar la misma como mecanismo de acumulación
originaria de capital y, por tanto, de poder económico, dentro del marco de una
clase burocrática? ¿Cómo plantearse el problema de la educación sin entender
cuál es la estructura económica que pare y se retroalimenta de la
superestructura educacional dominicana? ¿Cómo plantearse el problema de la
salud sin comprender a que dinámica y a cuales sectores del poder financiero
responde el sistema?
Lo político puede y debe
auxiliarse de lo técnico, máxime cuando esto último, dado lo totalizante del
primero, es a su vez político. Pero esto no quiere decir que las propuestas de
soluciones a los principales problemas del país encuentren su sustento en el
manejo de datos y en la utilización de la técnica de la administración pública.
Aquí no estamos contando manzanas o peras, estamos inmersos en un entramado de
intereses que pueden ser tendenciados a favor de una u otra parte con la
‘’objetividad’’ de la técnica. Al final esto no es más que un ropaje, a veces a
la talla a veces maltallado, de una acción política concreta.
‘’Segunda lección: La masa
tiene voto, pero más le valiera tener manos porque el que gobierna, en pocos
casos que tiene oído y en ninguno tiene ánimos.’’
Debo decir que la frase con
que inicias esta segunda lección me encanta. Es precisamente un ideal al que
aspiro: una mayor participación directa de las personas en la gestión de lo
común, en la gestión de lo público. Esta frase esconde bajo sí la idea que los
griegos atribuían al ciudadano: aquel para quien la política y la discusión de
lo público es algo natural. Se traduce a la perfección en dinámicas como las de
‘Mandar-Obedeciendo’’ que se han
presentado en países como Bolivia, en donde otros mecanismos de organización y
expresiones de poder comunitario inciden de manera directa en las decisión
públicas, dígase de los sindicatos y las comunidades indígenas.
Mi crítica en esta parte
está orientada a refutar una especie de condición natural pasiva que le
atribuyes a los ciudadanos frente a la política, especialmente debido a las
responsabilidades cotidianas de cada quien. Estas ‘’imposibilidades
materiales’’ para poder participar directamente en las decisiones tienen mucho
que ver con la forma en que está organizada la sociedad, fundamentalmente en lo
que respecta a la división social del trabajo. Bajo esta concepción es función
meramente de los ‘’políticos’’ decidir las cuestiones que atañen al colectivo.
Sin embargo el enraizamiento de esta realidad no tiene nada de natural, tiene
como causa el desarrollo histórico de una concepción de la política sumamente
alejada de la participación directa de los ciudadanos. En ese sentido, una política
transformadora sería una que amplíe los mecanismos de participación y decisión
de las personas comunes frente a los problemas que los afectan. Esto obviamente
choca con la preeminencia técnica que en tu primera lección creo propones,
puesto que la verdadera democracia es una cuestión de voluntad y de mayorías,
no de técnicos analizando números de manera fría para saber que conviene o que
no. Es el peligro ‘’populistas’’ que tantos temen.
En conclusión, no se trata
de una condición natural de las personas su apatía a participar directamente en
la discusión y decisión pública. Existen diversos inconvenientes de tipo
cotidiano que pueden presentar un escollo a la posibilidad de participar
directamente, sin embargo deben formar dichos mismos inconvenientes parte de la
discusión y decisión pública. Se trata de hacer política desde lo que se
considera ‘’no política’’, y esto trae como consecuencia la creación de nuevas
relaciones y expresiones de poder distintas a la que se expresan en una
dimensión institucional. Esto es crear poder desde abajo.
‘’Tercera lección: Los
candidatos electos nunca son aquellos con las mejores cualidades para dirigir,
sino por los que ejemplifican valores que quisieran ver en ellos mismos.’’
Comparto completamente la
crítica que realizas en esta parte. Lo que no comparto, tal y como en parte ya
he advertido, es que llevas tu idea del candidato como producto llamativo a un
grado absoluto y natural como propio de la política. Sin embargo esta realidad
lamentable tiene explicaciones históricas y culturales que pueden encontrar su
raíz en el vaciamiento de la criticidad ciudadana y en la dominación cultural
de la superficialidad. Colin Crouch, en un trabajo que titula como Posdemocracia, analiza esta involución
del plano político electoral como parte de la política, donde lo importante
deja de ser la idea que representa un candidato para serlo la táctica
mercadológica con que el mismo se
introduce en el electorado. Se trata de un producto –candidato- que tiene que
ser vendido a consumidos –electores-, y todos sabemos lo nefasta que puede ser
la mercadotecnia cuando se pone al servicio de la creación de necesidades
ficticias.
Pero todo esto Erick es
consecuencia de una degradación de la política, no de lo estulta de la misma que
de manera generalizada aduces. Repito, la pregunta es ¿Qué política?
Cuarta lección: La
política es un ejercicio sin memoria.
Viviendo en un país como
la República Dominicana, donde se reconoce como Héroe Nacional a un golpista
que contribuyó a derrocar un Gobierno considerado como democrático, donde se le
llama padre de la democracia a un señor bajo cuyo régimen fue aniquilada gran
parte de la juventud crítica del país y donde se llevan los restos de un
traidor al Panteón Nacional, por solo citar algunas inconsistencias, entiendo porque
expresas que la política es un ejercicio sin memoria. Ya he dicho en ocasiones,
haciendo referencia a la novela ‘’El hombre duplicado’’ de José Saramago, que
la sociedad dominicana es una sociedad duplicada. Mas la pregunta es ¿esto se
debe a un tipo específico de política o a una condición natural, general y
perpetua de la misma? Opto por lo primero. Se debe a una política plagada de un
mal llamado pragmatismo que ha vaciado de todo contenido ético su
práctica. Se trata de quedar bien con
Dios y con el Diablo, mezclar mansos y cimarrones, y adoptar como estrategia lo
que se supone debía ser un paso táctico –léase aquí, por ejemplo, El Frente
Patriótico-.
¿Pero cómo superación de
esta situación debemos abogar por la no política? Considero que es todo lo
contrario. Debemos abogar por una política que replantee la historia liberadora
dominicana como proyecto pendiente, que reivindique a Caonabo, a los
Trinitarios, a Gaspar Polanco, a Gregorio Urbano Gilbert, a Bosch, a
Caamaño, a Fernández Domínguez, a las
Hermanas Mirabal, a Mamá Tingó, entre otros, no por lo que constituyeron como
personas en términos individuales, sino por las ideas que en sí representan.
Necesitamos más que nunca de la política para colocar cada cosa en su lugar,
darle coherencia a nuestro proyecto de nación, y ser más artífices que
arqueólogos de nuestra historia. Solo
con política el discurso pragmatista del instante a que haces referencia puede ser desterrado del
imaginario colectivo.
Concluyendo, no creo que
tal y como citas de Gasset, al final ‘’los
hombres siguen siendo los mismos hombres’’. Yo creo en la relación
objeto-sujeto que Marx desarrolla en sus 11 Tesis sobre Feuerbach, entendiendo
al sujeto no como individuo, sino como sujeto social. Las condiciones que hacen
que los hombres sigan siendo los mismos hombres, es decir el objeto que constituye
esas condiciones, en este caso la sociedad, solo pueden ser transformado por la
acción humana colectiva, erigida en un sujeto social, no por individuos
independientes que se dediquen a cuidar su propia cabeza y a reflexionar de
manera aislada sobe el hombre, la naturaleza, la historia, la sociedad, etc. Todo
ejercicio de autocomplacencia intelectual y espiritual sirve de muy poco si no
es compartido a través de la acción. Al final, Erick, no se trata tanto de
comprender el mundo, sino de transformarlo. Esto evidentemente implica
transformar las relaciones de poder que hoy lo gobiernan, desde la intimidad
del hogar hasta las cuestiones que nos son comunes como humanidad que habita un
mundo finito. ¿Qué, si no esto, es la política? El principal problema de
nuestra supervivencia es político, su solución también lo es.
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