martes, 11 de noviembre de 2014

¿Qué política? Breves comentarios a mi amigo Erick Stern.

Lo que en principio debía ser un simple comentario en un post de Facebook de mi gran amigo Erick Stern, se convirtió en un artículo. Aquí el link de su artículo que replico con el presente: http://gentedeotrosiglo.blogspot.com/2014/11/el-fenomeno-leonel-titulo-llamativo.html

Algunos comentarios al artículo:

Erick, entiendo tu artículo y tu posición, pero debo decirte que creo que pocas cosas son tan políticas como tu crítica a la política, o más bien, siendo concreto, a su degradación. Considero que has extrapolado una crítica in concreto de la política dominicana a la concepción abstracta de la política como ciencia social. Luego del parafraseo satírico que has hecho de la frase de Duarte me veo conminado, como defensor de la política, a citar la frase tal cual él la expresó y otros, como Juan Bosch, replicaron en distintas ocasiones: ‘’La política no es una especulación; es la ciencia más pura y  las más digna después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles’’.

Concibo el objeto de lo que llamas ‘’indigna sustancia’’ de dos maneras: 1) el estudio y práctica del poder y 2) la gestión de la cosa común, de la cosa pública. Desde ambas concepciones veo el objeto de la política como algo mucho más extenso a la postura formalista e institucional que he interpretado de tu artículo. La política es verdaderamente una cuestión totalizante. Está en el más mínimo acto que puedas imaginar, en lo cotidiano, en lo simple y sencillo, precisamente porque toda la vida social –que es la única vida que existe- está atravesada por relaciones de poder y por la noción de qué es lo común y cómo debe gestionarse. Las relaciones familiares caracterizadas por la hegemonía patriarcal revelan una relación de poder que tiene explicaciones históricas, y en tanto relación de poder es asimismo una relación política, por vía de consecuencia toda acción tendente a trastocar dicha relación es a su vez una acción política. Fíjate bien en lo que digo: entender que no por ser mujer debe la esposa fregar y hacer los quehaceres domésticos mientras que el esposo se dedica a laborales ‘’verdaderamente productivas’’, ya es en sí una concepción política que puede parir una consecuente acción tendente a modificar la relación de poder. Esto puede extrapolarse a las relaciones laborales, a las relaciones de amistad, a las relaciones dentro de la comunidad, en fin, a todo tipo de relación humana. El humano, en tanto ente social, es más relación que individuo –que quiere decir lo que no se puede dividir-, es inescindible del medio social en que se desarrolla, ese que constantemente lo atraviesa mediante su inclusión en relaciones de poder.

Según lo que has escrito tu concepción de la política se limita al ‘’estudio de las formas de obtener y conservar el poder, o en nuestro caso, el control de las instituciones que manejan el poder público, especialmente el poder de exigir contribuciones’’. Creo que cometes el típico error que por años se ha difuminado y que consiste en entender el poder como una cosa y no como una relación, y dentro de la concepción de entender al poder como una cosa, entender por esa cosa a una dimensión formal-institucional del poder que hoy llamamos Estado. Entender al poder como una cosa es asimilarlo a un fin, no a un medio, y una vez ese fin se cosifica en el aparato burocrático del Estado –Gobierno-, todo objetivo de la política se reduce a hacerse con el manejo de la dimensión formal-institucional del poder que representan las estructuras que lo componen. Esto tiene un nombre estimado Erick, no es más que burdo electoralismo, y es tal vez la politiquería que en oposición a la Política consideras trivial para los fines de tu mensaje.

Toda esa concepción ensimismita del manejo del aparato burocrático del Estado y la reducción de la política a la misma es, efectivamente, una degradación de esta última. Es así como dimensiones tan sustanciales de esta ciencia social, como es la filosofía política, a través de la cual la humanidad reflexiona sobre la forma correcta de organizar la vida, sobre el buen vivir, sobre su relación con la naturaleza y consigo misma, sobre lo común, es obviada por el marketing político, por la comunicación política, por las estrategias electorales, y por todas aquellas ramas ‘’técnicas’’ que la ‘’profesionalización de la política’’ hoy imponen. Cuando expresas que ‘’El grado de exposición a la política es inversamente proporcional a la capacidad de pensamiento expansivo de una persona”, yo te pregunto ¿De exposición a qué política?

No creas que con lo que he dicho resto importancia a la necesidad de alcanzar el aparato burocrático del Estado como un medio para realizar las transformaciones pertinentes que amerita la sociedad. Las relaciones de poder institucionales son sumamente necesarias para desarrollar cambios en sí mismas y en otras relaciones de poder que se expresan de otras formas, por lo menos mientras se mantenga en términos materiales la noción actual de Estado. No se puede ser ingenuo, el Estado como medio, no así como fin, es necesario bajo los parámetros actuales de organización de la sociedad. Lo que no puedo aceptar es una crítica tan avasalladora de la política, partiendo esta de la premisa de que la ‘’conquista’’ del ‘’poder’’ del Estado es la política.

Paso ahora a analizar cada una de las lecciones que nos has dejado. Comparto muchos aspectos de las mismas, pero en esencia discrepo frente al papel en que pretendes debe relegarse la política.

‘’Primera lección: Gobernar no es asunto de magia, sino de método, pero los dominicanos estamos muy cómodos con la magia.’’ 

De esta primera lección infiero que opones una visión más técnica de los asuntos públicos, en contraste a una realidad que se fundamenta más en el discurso, la aceptación popular o la demagogia. Debo decirte que comparto completamente tu posición respecto a la ausencia de un debate serio respecto a los temas fundamentales de la sociedad dominicana, uno basado en los conocimientos que la técnica y la ciencia pueden aportar, y del cual lamentablemente nuestro país carece. Hemos sido acostumbrados a festinar los problemas centrales de nuestro país y a tratarlos de manera sumamente superficial, muchas veces movidos por prejuicios históricos e ideas inoculadas en base a pseudoargumentos infantiles. El conflicto entre los ‘’ultranacionalistas’’ con los dominicanos hijos de ascendentes haitianos es un claro ejemplo de esto.

Sin embargo debo advertir serio cuidado en la concepción tecnocrática que para la resolución de estos problemas revelas. Si bien es cierto que existen deficiencias técnicas en el abordaje y diagnóstico del problema de la corrupción, de la educación, de la salud, de la criminalidad, de la frontera, etc., no menos cierto es que la solución a dichos problemas, si bien debe auxiliarse de la técnica, debe ser eminentemente política ¿Por qué? Porque más allá de las informaciones preciadas que puedan arrojar los trabajos técnicos y especializados en cada uno de estos problemas, en el fondo, en lo estructural de los mismos, hay una cuestión que tiene ver directamente con dos de los objetos de la política que he expresado: el poder y el manejo de lo común. 

¿Cómo plantearse el problema de la corrupción sin analizar la misma como mecanismo de acumulación originaria de capital y, por tanto, de poder económico, dentro del marco de una clase burocrática? ¿Cómo plantearse el problema de la educación sin entender cuál es la estructura económica que pare y se retroalimenta de la superestructura educacional dominicana? ¿Cómo plantearse el problema de la salud sin comprender a que dinámica y a cuales sectores del poder financiero responde el sistema?

Lo político puede y debe auxiliarse de lo técnico, máxime cuando esto último, dado lo totalizante del primero, es a su vez político. Pero esto no quiere decir que las propuestas de soluciones a los principales problemas del país encuentren su sustento en el manejo de datos y en la utilización de la técnica de la administración pública. Aquí no estamos contando manzanas o peras, estamos inmersos en un entramado de intereses que pueden ser tendenciados a favor de una u otra parte con la ‘’objetividad’’ de la técnica. Al final esto no es más que un ropaje, a veces a la talla a veces maltallado, de una acción política concreta.

‘’Segunda lección: La masa tiene voto, pero más le valiera tener manos porque el que gobierna, en pocos casos que tiene oído y en ninguno tiene ánimos.’’

Debo decir que la frase con que inicias esta segunda lección me encanta. Es precisamente un ideal al que aspiro: una mayor participación directa de las personas en la gestión de lo común, en la gestión de lo público. Esta frase esconde bajo sí la idea que los griegos atribuían al ciudadano: aquel para quien la política y la discusión de lo público es algo natural. Se traduce a la perfección en dinámicas como las de ‘Mandar-Obedeciendo’’ que se han presentado en países como Bolivia, en donde otros mecanismos de organización y expresiones de poder comunitario inciden de manera directa en las decisión públicas, dígase de los sindicatos y las comunidades indígenas.

Mi crítica en esta parte está orientada a refutar una especie de condición natural pasiva que le atribuyes a los ciudadanos frente a la política, especialmente debido a las responsabilidades cotidianas de cada quien. Estas ‘’imposibilidades materiales’’ para poder participar directamente en las decisiones tienen mucho que ver con la forma en que está organizada la sociedad, fundamentalmente en lo que respecta a la división social del trabajo. Bajo esta concepción es función meramente de los ‘’políticos’’ decidir las cuestiones que atañen al colectivo. Sin embargo el enraizamiento de esta realidad no tiene nada de natural, tiene como causa el desarrollo histórico de una concepción de la política sumamente alejada de la participación directa de los ciudadanos. En ese sentido, una política transformadora sería una que amplíe los mecanismos de participación y decisión de las personas comunes frente a los problemas que los afectan. Esto obviamente choca con la preeminencia técnica que en tu primera lección creo propones, puesto que la verdadera democracia es una cuestión de voluntad y de mayorías, no de técnicos analizando números de manera fría para saber que conviene o que no. Es el peligro ‘’populistas’’ que tantos temen.

En conclusión, no se trata de una condición natural de las personas su apatía a participar directamente en la discusión y decisión pública. Existen diversos inconvenientes de tipo cotidiano que pueden presentar un escollo a la posibilidad de participar directamente, sin embargo deben formar dichos mismos inconvenientes parte de la discusión y decisión pública. Se trata de hacer política desde lo que se considera ‘’no política’’, y esto trae como consecuencia la creación de nuevas relaciones y expresiones de poder distintas a la que se expresan en una dimensión institucional. Esto es crear poder desde abajo.

‘’Tercera lección: Los candidatos electos nunca son aquellos con las mejores cualidades para dirigir, sino por los que ejemplifican valores que quisieran ver en ellos mismos.’’

Comparto completamente la crítica que realizas en esta parte. Lo que no comparto, tal y como en parte ya he advertido, es que llevas tu idea del candidato como producto llamativo a un grado absoluto y natural como propio de la política. Sin embargo esta realidad lamentable tiene explicaciones históricas y culturales que pueden encontrar su raíz en el vaciamiento de la criticidad ciudadana y en la dominación cultural de la superficialidad. Colin Crouch, en un trabajo que titula como Posdemocracia, analiza esta involución del plano político electoral como parte de la política, donde lo importante deja de ser la idea que representa un candidato para serlo la táctica mercadológica con  que el mismo se introduce en el electorado. Se trata de un producto –candidato- que tiene que ser vendido a consumidos –electores-, y todos sabemos lo nefasta que puede ser la mercadotecnia cuando se pone al servicio de la creación de necesidades ficticias.

Pero todo esto Erick es consecuencia de una degradación de la política, no de lo estulta de la misma que de manera generalizada aduces. Repito, la pregunta es ¿Qué política? 

Cuarta lección: La política es un ejercicio sin memoria.

Viviendo en un país como la República Dominicana, donde se reconoce como Héroe Nacional a un golpista que contribuyó a derrocar un Gobierno considerado como democrático, donde se le llama padre de la democracia a un señor bajo cuyo régimen fue aniquilada gran parte de la juventud crítica del país y donde se llevan los restos de un traidor al Panteón Nacional, por solo citar algunas inconsistencias, entiendo porque expresas que la política es un ejercicio sin memoria. Ya he dicho en ocasiones, haciendo referencia a la novela ‘’El hombre duplicado’’ de José Saramago, que la sociedad dominicana es una sociedad duplicada. Mas la pregunta es ¿esto se debe a un tipo específico de política o a una condición natural, general y perpetua de la misma? Opto por lo primero. Se debe a una política plagada de un mal llamado pragmatismo que ha vaciado de todo contenido ético su práctica.  Se trata de quedar bien con Dios y con el Diablo, mezclar mansos y cimarrones, y adoptar como estrategia lo que se supone debía ser un paso táctico –léase aquí, por ejemplo, El Frente Patriótico-.

¿Pero cómo superación de esta situación debemos abogar por la no política? Considero que es todo lo contrario. Debemos abogar por una política que replantee la historia liberadora dominicana como proyecto pendiente, que reivindique a Caonabo, a los Trinitarios, a Gaspar Polanco, a Gregorio Urbano Gilbert, a Bosch, a Caamaño,  a Fernández Domínguez, a las Hermanas Mirabal, a Mamá Tingó, entre otros, no por lo que constituyeron como personas en términos individuales, sino por las ideas que en sí representan. Necesitamos más que nunca de la política para colocar cada cosa en su lugar, darle coherencia a nuestro proyecto de nación, y ser más artífices que arqueólogos de nuestra historia.  Solo con política el discurso pragmatista del instante a  que haces referencia puede ser desterrado del imaginario colectivo.

Concluyendo, no creo que tal y como citas de Gasset, al final ‘’los hombres siguen siendo los mismos hombres’’. Yo creo en la relación objeto-sujeto que Marx desarrolla en sus 11 Tesis sobre Feuerbach, entendiendo al sujeto no como individuo, sino como sujeto social. Las condiciones que hacen que los hombres sigan siendo los mismos hombres, es decir el objeto que constituye esas condiciones, en este caso la sociedad, solo pueden ser transformado por la acción humana colectiva, erigida en un sujeto social, no por individuos independientes que se dediquen a cuidar su propia cabeza y a reflexionar de manera aislada sobe el hombre, la naturaleza, la historia, la sociedad, etc. Todo ejercicio de autocomplacencia intelectual y espiritual sirve de muy poco si no es compartido a través de la acción. Al final, Erick, no se trata tanto de comprender el mundo, sino de transformarlo. Esto evidentemente implica transformar las relaciones de poder que hoy lo gobiernan, desde la intimidad del hogar hasta las cuestiones que nos son comunes como humanidad que habita un mundo finito. ¿Qué, si no esto, es la política? El principal problema de nuestra supervivencia es político, su solución también lo es.


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